Sintió cómo explotaban esas chispas en su cerebro, como cotufas en un
microondas. Un Big Bang interno, una implosión muy personal. Sintió cada hálito
del espeso viento que se escurría por su garganta seca hasta llegar a sus
desalmados pulmones, tan oscuros y vacíos. No tosió, no frunció el ceño.
Saboreó el denso humo a la medida. Y hubo estallidos que se sentían como bombas
nucleares. Se expandía la pólvora dentro de ella.
Ahora nada la detiene. Es inmensa,
hermosa, vacía, como un museo de arte moderno. Congela todo a su alrededor. Su
siniestra mirada y su cadavérica tez no dejan de llamar la atención. En sus
dilatadas pupilas se reflejan las preguntas que tanto se hace: ¿Qué busco? ¿Hacia
dónde voy?... Te busco a ti, a ti, a ti y a esa pareja de allá.
Siente la envidia y el temor. Siente el
mareo, la opresión, el temblor. Los ruidos la apabullan y la hacen huir. Ella
sólo quiere dormir. Está cansada y es hermosa, y es vacía... Vacía.
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