domingo, 8 de abril de 2012

Los que invitan a rezar

Buenos días,
Los que invitan a rezar.
Agonía,
Para quien no sabe hablar.
Se sentía,
La amargura en el paladar.
No sabía,
A quién había que adorar.
Construirían,
Mil templos hechos de cal
Gastarían,
Los ahorros de la humanidad.
Ganarían,
La fe de los incapaces de pensar.



domingo, 1 de abril de 2012

La mujer que me ofreció compartir la maleta

Un día de septiembre nos disponíamos a viajar hacia una ciudad de España, cuyo nombre se pierde en mi memoria. En el baño de mi departamento, me daba una ducha, mientras tanto, ella organizaba una gran maleta negra. Cuando salí del baño, quedé asombrado por el tamaño de la maleta; le pregunté si ella se iba a quedar a vivir en aquella ciudad y ella rió. La maleta era realmente excesiva para los cinco días que íbamos a estar afuera.

Daba vueltas por el cuarto, intentando organizar mi ropa mientras ella tomaba un baño. Todavía estaba un poco obsesionado con el tamaño de su maleta. ¿Para qué necesitaba una maleta tan grande?... Salí a la terraza a fumar un cigarro.

Entré de nuevo al cuarto y ella ya estaba ahí, envuelta en su toalla, tan rosada, que parecía hecha por la mismísima Betty Friedan. Le pregunté qué se tramaba.

-         Yo nada – contestó, mientras dejaba caer la toalla.


Después de haber ejercido su poder de Andrómaca sobre mí, se sentó en la cama cubierta de sábanas; yo me levanté para continuar organizando mi ropa; cuando llegó la pregunta que había temido escuchar durante la última hora.

-         ¿Quieres que compartamos la maleta? – preguntó.

-         ¿Ah? ¿Por qué? ¿Cuál es la necesidad? – repliqué nervioso.

-         No sé. Así sólo llevamos una. Mira, la mía es muy grande, es obvio que no la voy a llenar con todas mis cosas.

-         Debiste pensar en eso y comprar una más pequeña, ¿no? – sugerí.

-         Bueno, ya está, esta es la que tengo ¿la compartimos?

Pasaron tantas cosas por mi mente en ese momento. Dicen que cuando vas a morir, te pasan como un flashback todos los recuerdos que guardas en tu memoria, los de toda tu vida; yo estuve a punto de morir una vez, llegué a la parte de los flashbacks, pero no vi la luz al final del túnel. Esto ni siquiera se podía comparar. La cantidad de cosas que me pude imaginar en cada microsegundo era irreal.

-         Tú no sabes lo que me estás pidiendo – le dije.

-         Es sólo una maleta. ¿Por qué tanto drama? – reprochó.

-         No es sólo una maleta. Nunca es sólo una maleta. Observa más allá de lo que ves. Las cosas no son lo que en realidad son. Las cosas son lo que simbolizan – comenzaba a delirar – No se trata de compartir la maleta, sino de lo que simboliza la maleta. Me estás pidiendo que reduzca mi espacio, que ya es pequeño; que lo adapte al tuyo. Que deje que mis cosas sean envueltas por las tuyas. Obviamente, tú ocupas más de la mitad de la maleta. Obviamente, yo no ocupo ni un cuarto del espacio, ¿ves a lo que me refiero? Se trata de nuestras propias vidas. Quieres cubrirme, en vez de llenarme. Tratas de protegerme; y bien, aunque yo lleve la maleta de la mano, aunque yo trate de cuidar la maleta; todo lo que pasa dentro de ella, es lo que nos representa. En realidad eres tú cubriéndome a mí. Eres tú protegiéndome a mí. Eres tú opacándome a mí. No me dejas espacio para mí mismo. No puedo ser yo, si sólo estoy adaptado al espacio que me dejas. Ni tú puedes ser tú, si yo no te dejo espacio suficiente. No quiero que compartamos la maleta. No quiero ir por ahí, tan sólo llenando los vacíos que tú vas dejando. Quiero mi propia maleta, con mi propio espacio, mi ropa arrugada bailando adentro y no me importa si se te rompen cada uno de los trescientos envases de maquillajes que llevas dentro de tu equipaje. Y tampoco me importo de ayudarte a llevar tu maleta durante todo el viaje, pero me rehúso rotundamente a ser, apenas, el relleno de tu maleta.


Acabado mi discurso, lloró. Llamó al hotel para cancelar la reservación. Llamó a la aerolínea para separar los asientos marcados en ambos pasajes. Y nos fuimos a conocer aquella ciudad de España, cada uno por su lado.

Y en el fondo, aunque la quería, muy en el fondo, me sentí orgulloso de ella, pues ella había sabido entender, con buen criterio además, la razón de mi idea.