No te engañes ni me mientas.
No busques excusas donde no las hay.
No te hagas vanas ilusiones ni falsas esperanzas.
Tú bien sabes, como yo, que esto no durará
más de un par de horas; con suerte,
la noche entera.
No encajes un “te quiero” ni antes ni después.
No coloques nada sobre la mesa.
Deja el sobretodo en el perchero,
bien cerquita de la puerta, para no tener que
escuchar
el ruido que puedas hacer mientras te vistes.
Cuando te vayas, no me despiertes;
por favor, cierra la puerta del cuarto.
Quedaremos ambos en un mutuo y vago recuerdo,
estamos conscientes de ello.
Habrá una historia que contar, sí,
pero sin orgullo.
Habrá cena,
y vino,
y música relajante,
y velas,
y una cama bien tendida,
esperando que desordenemos sus sábanas.
Pero no esperes el desayuno,
que no viene en el contrato.
Puede ser una noche mágica,
como puede que no;
dependerá de los dos.
Pero no es más que eso,
una noche.
Te ayudaré a quitarte la ropa
y me haré el dormido cuando te tengas que vestir.
Habrá caricias,
y destellos de ternura,
y una ensordecedora locura
que nos permita coexistir.
Habrá besos donde quieras
y un abrazo al final,
Si así lo deseas.
No te puedo ofrecer más.
Así que no te pongas muy cómoda
y, por favor,
no te quites las medias que ya te vas.